Sunday, April 21, 2013
LOS RAYOS INCENDIARIOS
Venezuela está que arde, mientras los rojos rojitos incendian vehículos para intentar bloquear el camino de la esperanza y la reconciliación, otra refinería de petróleo explota lanzando llamaradas al inflamable panorama político. Esta vez la encendida es la planta ubicada en El Palito, presuroso ante el desastre, el ministro de minas, presidente de la petrolera estatal y portavoz del oficialismo toma la manguera apagafuego y sin esperar el resultado de la investigación que procede en estos casos, asegura que el siniestro fue provocado por un rayo caído un día tormentoso. Descarta de igual manera cualquier posibilidad de ausencia o falta de mantenimiento de los pararrayos, equipos que contrario a lo que la mayoría de la gente piensa, no paran los rayos, sino que los atraen, conduciendo la descarga eléctrica hacia tierra, evitando daños a personas e instalaciones. Benjamín Franklin, político, científico e inventor del pararrayos, realizó su experimento en 1752 con una cometa un día de fuertes descargas eléctricas, esperamos que el presidente Chávez no declare a Benjamín culpable de este siniestro por haber sido el creador de un dispositivo colonialista y uno de los fundadores del imperio norteamericano. Chávez, con la velocidad de un rayo, ha dicho que desde el norte lo atacaran, pues Venezuela posee las reservas de crudo más grandes del mundo y que ante una agresión de los Estados Unidos por el petróleo, no le quedaría otra alternativa que volar las instalaciones, tal como lo hizo Saddam Hussein con los pozos de Kuwait durante la Guerra del Golfo. Mientras los tanques arden en Venezuela, recordamos el gran incendio de Roma, ciudad que no se sabe si fue calcinada por un accidente, la caída de un rayo o un sabotaje ordenado por el emperador Nerón para construir un lujoso palacio, satisfacer su megalomanía, perseguir y dar muerte a los cristianos. Cuenta la leyenda que Nerón, cabeza del vasto imperio, desde lo alto de una colina, en un lugar privado, observaba el voraz incendio cantando y tocando la lira. Conmovido ante las flamas, el autócrata sentenció que la función debe continuar y el que no estuviese de acuerdo con el mandato, que un mal rayo lo parta.
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