Un expresidente venezolano ya fallecido, al referirse a la corrupción, en un discurso dijo, que la tos y el dinero mal habido no se pueden ocultar. Con anteriorIdad había escuchado dicha sentencia en la boca de mi abuela y no me percaté entonces sobre la profundidad de su significado.
En días pasados me encontraba en un banco cercano a mi domicilio, retirando dinero de mi escuálida cuenta, cuando una tos estentórea rompió el silencio de la agencia bancaria, una señora tosía sin parar mientras esperaba su turno en la taquilla, imaginé que su afección era producto del violento cambio de temperatura en esta época del año. Después de ser atendido de manera eficiente y cortés por la representante de la entidad y cuando me disponía a guardar el dinero en mi cartera, un señor mayor me saludo respetuosamente, indagó por mi nacionalidad y con un marcado acento cubano, el caballero preguntó si había escuchado por la radio los resultados de la lotería, como no tengo el vicio del juego, para llevarle la conversación, le pregunté por el monto repartido en el sorteo de la Florida. No chico, te hablo de la lotería venezolana y los nuevos multimillionarios. Recordando lo que había dejado ocho años atrás, hablé del pote acumulado, del Kino, del Loto Fortuna, del Loto Quiz, terminal, raspadito, serie completa y la infaltable permuta, no hablo de eso, me refiero a los millones de dólares depositados en este país y paraísos fiscales por ministros, diputados, funcionarios, comerciantes y personas afectas a la revolución socialista. Perplejo y con verguenza ajena, me despedí apesumbrado de mi interlocutor. En la puerta del banco la señora que tosía, apresuró un jarabe calmante, el cual hizo efecto casi de immediato, enseguida pensé en mi abuela y sobretodo en ese dinero mal habido que ningún elixir podrá calmar y mucho menos ocultar.
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