Sunday, April 21, 2013

LA HERENCIA DIGITAL




En este mundo cada vez más digitalizado, se pueden usar los archivos virtuales pero no poseerlos y mucho menos ser dejados como herencia, por lo tanto no puedo redactar un documento donde se haga constar de manera legal que yo, Edwin Villasmil, mayor de edad, de este domicilio, en pleno uso de mis facultades físicas y sobretodo mentales, manifieste que es mi última volundad, ceder al momento de mi fallecimiento, mis bienes culturales digitalizados, a mi amada familia, los cuales he adquirido en moneda de curso legal, durante mi itinerario por esta agitada y placentera vida. La lectura y música digitalizada son rentados de manera vitalicia, no se venden y en el momento que el usuario eleva su último suspiro, las descargas que compiló durante su tránsito terrenal, lo acompañarán en el féretro durante su viaje al más allá, retornando de esta manera el contenido intelectual a la empresa que los alquila. Este hecho desconocido por la gran mayoría de los arrendatarios, lo dió a conocer el actor Bruce Willis al intentar demandar a la empresa de la manzana mordida, cuando se enteró que no podia incluir en su testamento la vasta colección musical digitalizada, que él creía haber adquirido. El artista, como la mayoría de los consumidores, no leen las interminables páginas de condiciones escritas en casi microscópicas letras, redactadas por las poderosas firmas de Internet. Como me tildan de anticuado por ser un apasionado de la lectura y grafía sobre papel, es mi voluntad, que aparte de mi cuerpo que doné a los urgidos de transplantes, que mis bienes dibujados con vehemencia durante años en desvaídas hojas, pasen a ser patrimonio de la humanidad, porque a diferencia del detective John McClane interpretado en la serie cinematográfica por Bruce Willis, yo no soy un tipo “Duro de Matar”.   

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