Nuestro amado Pastor José Nery en la prédica de Acción de Gracias nos enseñó, de manera sencilla y magistral como suele hacerlo, que primero debemos agradecer a Dios el haber sacrificado a su unigénito para que pudiesemos ser salvos y alcanzar la vida eterna, para después reconocer las ricas bondades materiales con las que nos suple en el diario existir. Este día, familiares y amigos se congregan en torno a la mesa y antes de compartir el banquete, agradecen la ayuda sobrenatural y los dones otorgados por Dios para el logro de la bienaventuranza, orando de manera especial por la salud, el techo, la comida, el amor, la familia y el trabajo. Esta celebración fue instaurada por un grupo de peregrinos, quienes al buscar tierra para oficiar libremente su culto, se establecieron en las costas de Nueva Inglaterra. Estos fundadores tuvieron que soportar graves penurias, hasta que despues de mucho esfuerzo y con la ayuda de los nativos, lograron mejorias en su bienestar. Para agradecer las infinitas bondades se juntaron, elevaron una plegaria al Todopoderoso por los favores recibidos y disfrutaron placidamente la comida. El consumismo en la actual manera de vivir está desvirtuado el fundamento de esta actividad religiosa, sustituyendola por una festividad secular donde la finalidad es comprar, comer y beber en exceso. Largas filas de ciudadanos se agolpan ante las puertas de los negocios para adquirir a fuerza de empujones y trompadas bienes materiales con sustanciosos descuentos. Este año algunas tiendas adelantaron el viernes negro, para permitirle a los ansiosos compradores adquirir sin sobresaltos los artículos deseados, perjudicando con esta acción a sus empleados, quienes estuvieron ausentes en la reunión familiar. Este afán por comprar indiscriminadamente bienes que no son necesarios empieza a ser un serio problema social y desgraciadamente el último jueves de noviembre, día consagrado al agradecimiento divino, se está transformando paulatinamente en el día del pavo y del televisor pantalla plana.
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