Sunday, April 21, 2013

LA LETRA ENTRA CON SANGRE



Se llama Malala, sólo tiene 14 años y a temprana edad se ha convertido en la activista abanderada de los derechos humanos y educación de las mujeres en Pakistán. Malala de manera firme y atrevida, ha denunciado publicamente en un blog, que firma con seudónimo para evitar represalias, la presencia de grupos que acosan de manera permanente a los pobladores y niegan a las niñas la oportunidad de recibir educación escolar. Luego de repetidas advertencias y de ser acosada violentamente durante el trayecto de la escuela a su hogar, la niña que no quiere perder clases, recibió de manos cobardes, dos disparos para silenciar su osadía. De regreso de la escuela, situada en el valle del río Swat, los criminales detuvieron el transporte escolar y un grupo de militantes talibanes, la sentenciaron a morir por ser una espía de occidente y una pecadora que profana el Islam. Una bala se alojó en el cuello y otra en su brillante cabecita, crímen que conmocionó la opinión mundial, la cual presurosa clamó por justicia y ofreció apoyo incondicional. Para garantizar su sanación y seguridad fue transportada urgentemente a Inglaterra, donde milagrosamente se recupera de las lesiones recibidas. El hecho de poder mover sus manos y pies son claras señales que su cerebro responde luego del abominable delito, pero para su desgracia no podrá volver a su tierra, pues los talibanes, autores del atentado, han jurado en nombre de un dios grande, que la próxima vez no sobrevivirá, pues cumpliran certeramente su cometido si se atreve a retornar. En pleno siglo 21, Malala, la niña afligida, se ha convertido de la noche a la mañana  en una desterrada por el odio que injustamente la sentenció a morir por querer estudiar.

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