La noticia de la muerte de Jorge se esparció rapidamente por el mundo entero. Jorge no era cantante famoso, político demagógo, jugador profesional, prófugo de la justicia, ni mucho menos estrella que merodeaba la alta sociedad. Jorge era la última tortuga gigante viva de la especie Chelonois abingdoni. Con un metro de largo y 88 kilos de peso, con una caparazón parecida a una silla de montar y un cuello alargado que le permitía alcanzar la vegetación alta con la cual se alimentaba, Jorge fue considerado por el libro de Récords Guinness la criatura viva más singular del planeta. Encontrado en 1972 cuando caminaba sin rumbo por la diezmada isla Pinta del archipielago Galápagos, fue transladado a la Estación Científica Charles Darwin del Parque Nacional Galápagos, para ser objeto de estudios junto a otras especies autóctonas de esa reserva biológica marina. La mayor preocupación de los científicos fue la de conseguirle pareja con el fin de preservar la especie en vía de extinción. Inútiles fueron los intentos, inclusive se ofreció una recompensa de 10.000 dólares a quien encontrara compañia para el desamparado Jorge. Al esfumarse las gestiones, le rodearon de hembras de una subespecie similar a la suya con la esperanza que al aparearse se pudiesen salvar caracteres genéricos para la posteridad. Rodeado de un harén, pudo satisfacer sus instintos pero desgraciadamente nunca procreó pues los huevos resultaron infértiles, esfumándose con su muerte las esperanzas de salvar la especie. Jorge fallece el 24 de junio del 2012 aparentemente de un paro cardíaco a una edad aproximada a los 100 años, los biólogos al realizar la autopsia tomaron muestras para verificar si contienen esperma que pudiese ser utilizada para inseminar artificialmente a sus viudas. Como la marcha lenta de Jorge por su isla, la soledad camina inexorable por el maravilloso mundo que vemos gradualmente desaparecer.
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