Al afirmar que Siria afronta
una verdadera guerra y pedir distinguir entre la política interna y el
terrorismo aupado por la malévola actividad de agentes extranjeros, el
presidente sirio Bachar el Asad, se atreve a negar rotundamente la
participación activa de sus milicias en la matanza de Hula, donde fueron
asesinados el 25 de mayo más de 100 personas, incluyendo 34 mujeres y 49 niños,
cantidad esta que se suma a las 12000 muertes ocurridas desde que la población
civil ha venido exigiendo desde hace más de un año justas reformas. El colmo
del cinismo del mandatario llegó al clímax cuando comparó la dura represión de
sus fuerzas con la aséptica labor de un cirujano, preguntándose en un mensaje
transmitido por la televisión oficial : “ ¿Decimos que el cirujano tiene las
manos manchadas de sangre o le damos las gracias por salvar al paciente?”.
Mientras las violaciones a los
derechos humanos no se detienen, China y Rusia, para proteger sus acuerdos
económicos, cierran filas en contra de una intervención militar en Siria, se
rompe el plan de paz diplomático sostenido por Kofi Annan, enviado especial de
las Naciones Unidas y la Liga Arabe y para no variar, Cuba y Venezuela dan
apoyo irrestrícto al sanguinario
dictador, convirtiéndose en complices de la masacre de un pueblo.
El mundo debe ponerse en pie e impedir que el Asad siga derramando
sangre inocente en ese convulsionado quirófano llamado Siria.
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