PDVSA
llegó a ser una de las primeras trasnacionales petroleras a nivel mundial y su
filial CITGO ejemplo de comercialización fuera de Venezuela, pero desde la
llegada del régimen chavista al poder, la desidia, la ausencia de personal
capacitado, una abultada burocracia, los petrodólares, la falta de
mantenimiento e inversiones, caída en la producción, el robo y el lavado de
dinero, constantes accidentes y sobreprecios en las operaciones, llevaron a la ruina a la industria de los
barriles de oro negro.
Para lavar su imagen ante futuros comicios, el tirano sorprendido acaba
de anunciar que una galopante corrupción hizo quebrar a la única fuente de
ingresos del país. Es por ello que, para rehacer y adecentar la devastada
empresa, inicia una reestructuración militarizada y nombra al general Manuel
Quevedo ministro de petróleo y presidente de PDVSA y a la almiranta Maribel
Parra como vicepresidenta, ambos sin experiencia, salvo la destreza del general
de la GNB para reprimir protestas como las que en 2014 dejaron 43 muertos en
Caracas.
Maduro, el dictador que habla con el diablo e hijo del comandante
eterno, para consolidar su dominio arresta a los cuadros leales de Chávez, por
estar supuestamente involucrados en casos de corrupción en las petroleras. En
la purga expiatoria, dos exministros, un presidente, 5 ejecutivos y 65 gerentes
han sido detenidos y se rumora que el poderoso Rafael Ramírez será el
próximo.
Maduro, autor de una
inflación récord y una crisis humanitaria sin precedentes, con la empresa petrolera
en bancarrota, juega con la economía de manera informal, sin orden ni
planteamiento, con descabelladas medidas y contramedidas monetarias que,
lamentablemente llevaron a Venezuela a un doloroso tiempo de vacas flacas.
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