No concebimos que el perseguir y darle muerte a una especie amenazada o
en peligro de extinción pueda considerarse como un deporte y mucho menos exhibir
las cabezas como señal de victoria y jactarse ante lo que consideramos un crimen
contra la naturaleza. De lo que sí estamos seguros es que en la cabeza del
presidente Trump, enemigo declarado de la protección del planeta, gira la
insólita idea de permitir la importación de cabezas de elefantes africanos,
cual despojos de un enemigo del que se apropia el vencedor en una lucha desigual.
Pero alucinante es la declaración del Servicio de Pesca y Vida Salvaje que
argumenta que, apoyando a los cazadores, entre ellos los hijos de Trump, en la
lucrativa matanza de animales salvajes serviría para recaudar fondos para
programas conservacionistas.
Luego de lanzar por tuit, la orden de eliminar el Acta de 1979 que protege al elefante africano clasificado como especie amenazada, el presidente, como es habitual, retiró momentáneamente su actitud, al recibir el repudio de organizaciones ambientalistas de todo el mundo y de miembros del partido Republicano, a quienes les cautivó la voluntad con halagos o engaños que le llevaron al triunfo electoral, para luego terminar cazando al elefante, símbolo de la vieja organización política conservadora y colocarlo como un trofeo en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Luego de lanzar por tuit, la orden de eliminar el Acta de 1979 que protege al elefante africano clasificado como especie amenazada, el presidente, como es habitual, retiró momentáneamente su actitud, al recibir el repudio de organizaciones ambientalistas de todo el mundo y de miembros del partido Republicano, a quienes les cautivó la voluntad con halagos o engaños que le llevaron al triunfo electoral, para luego terminar cazando al elefante, símbolo de la vieja organización política conservadora y colocarlo como un trofeo en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
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