Se veía venir, pronosticamos un matadero electoral y nos
tildaron de anti- democráticos, pero el dudoso resultado de las elecciones
regionales para gobernadores con un amañado triunfo para el narco régimen
venezolano, nos dio la razón. La dictadura no cree en votos, la autocracia
profesa el culto a las balas, la represión y a las malas mañas que estuvieron
presentes de principio a fin en unos comicios sin garantías, con un Consejo
Nacional Electoral vinculado al chavismo, la abusiva suspensión de la tarjeta
de la Mesa de la Unidad Democrática en las boletas de votación, con el veto a
destacados líderes para evitar su participación, la falta de transparencia en
el conteo de los votos, máquinas manipuladas por una empresa cercana a un
exfuncionario del régimen, ausencia de observadores y periodistas independientes,
desinformación, cambio de algunos centros de votación dominados por la
oposición a locales apartados, de difícil acceso, atestados de electores y con
pocas mesas, acoso de paramilitares armados, falta de tinta indeleble para marcar
el dedo meñique y así evitar que se votara más de una vez, con el manipulado
voto asistido a cambio de patrióticos beneficios sociales, la amenaza a los
ganadores opositores a jurar ante la fraudulenta Asamblea Nacional
Constituyente y a mantenerse sumisos so pena de ser destituidos.
Después de estar
Maduro contra las cuerdas, arrinconado por una gallarda resistencia, con la
desobediencia civil en marcha, se habla de diálogo, los líderes opositores
llaman a una elección democrática, las calles se enfriaron, la sangre derramada
pasó al olvido, se perdieron las elecciones y la desilusión se vuelve a
apoderar del mancillado pueblo. Con el arbitrario proceso el régimen lava su
despótica fachada, se oxigena, gana tiempo y celebra unos resultados
irreversibles con una prohibición a nuevas manifestaciones. Desconcertada la
vapuleada oposición grita a los cuatro vientos que se ha cometido un súbito mega
fraude.
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