Ya lo tienen todo
preparado para la invasión, vociferó Nicolás Maduro. Washington ordenó al
personal diplomático acreditado en Venezuela que abandonara el país ante el
asalto que se avecina; ataque secundado por la petulante burguesía criolla. Rumbo
al puerto de La Guaira partieron 3 portaviones nucleares, 5 fragatas y 7
destructores de la poderosa armada norteamericana. Maduro, Comandante en Jefe
del glorioso ejército revolucionario, fraguado en la lucha cuerpo a cuerpo
contra la desarmada oposición, no piensa quedarse de brazos cruzados; los
ejercicios preparatorios para esta eventualidad imperialista ya se programaron,
las tropas desfilarán con sus resplandecientes fusiles, las milicias populares
se unirán con sus machetes afilados, pero los mercenarios colectivos no se sumarán
a la lucha por la patria, hasta que no les cancelen las mensualidades
atrasadas. Maduro, en su desafiante discurso anuncia, al igual que Cipriano
Castro en1902, que luego de repeler “la planta insolente del extranjero que
profana el sagrado suelo de la patria”, pasará a la ofensiva y en respuesta al
agravio recibido iniciará su Campaña Admirable; ocupará por la fuerza la ciudad
de Miami, refugio de gusanos y escorias, para después subir al norte y tomar por
sorpresa la Casa Blanca. Los audaces estrategas venezolanos supieron de esta
incursión cuando el Servicio Bolivariano de Inteligencia interceptó documentos
clasificados del Pentágono. El narco Estado venezolano está sumamente preocupado,
temen que una maniobra parecida a la Operación Causa Justa, que puso tras las
rejas al depuesto general Manuel Noriega, cuando los marines invadieron Panamá,
sea repetida por el impredecible y anti estratégico presidente estadounidense. Se
especula que desde La Habana una urgente llamada al Palacio de Miraflores,
aconsejó a Caracas utilizar la táctica de la irrupción capitalista, pues le ha
dado excelentes resultados. La oposición cansada de rebuscar comida en los
basureros, no se come el cuento de una guerra económica y ve esta infundada
invasión de los marines como una alucinante estrategia bélica del régimen, para
distraer la atención frente al grave problema del desabastecimiento.
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