Monday, January 9, 2017

ESTA NAVIDAD (22-12-2002)

                                                       
                                                       

Mi formación cristiana hizo de esta época del año una de las más gozosas.
La infancia feliz con mi madre montando el nacimiento, preparando el guiso de las hallacas y mi padre casero, vestido de santa, tocando el viejo piano vertical que una vez teclearon Padú del Caribe, Pat O’Brien o el risueño Bola de Nieve. Esa pacífica sensación ambientada con aguinaldos, patines Winchester y juguetes ocultos para nochebuena, hacían de la navidad una inolvidable experiencia compartida por toda la familia. Ya crecido, disfruté la temporada comiendo pescado a la orilla del mar, atrapando luciérnagas en el campo, con amigos, música, tragos, comida o en silencio en plena reflexión conmigo mismo.
Esta navidad es diferente, por primera vez en mi vida la depresión embarga mi alma sensible. Añoro la paz que anunciaban los ángeles infantiles en la natividad, nuestro resentido país está al borde de un precipicio, dividido socialmente, con odio, sin orientación, guía ni rumbo, paralizado económicamente, con ruido de cacerolas en lugar de melodiosos villancicos, sin gasolina, con violencia, la gente comprando nerviosamente gas, agua potable, velas, enlatados y otros productos no perecederos, en lugar de pernil, hojas de plátano, gallina, carne de res y demás ingredientes para preparar las deliciosas “multisápidas” hallacas. Tengo ganas de llorar, olvidaré ese falso adoctrinamiento machista que me inculcaron cuando niño: los hombres no lloran, no puedo evitarlo, disculpen amables lectores de esta crónica navideña, pero los lagrimales no pueden retener un segundo más el fluido, la respiración se hace cada vez más difícil, la boca está reseca y me arden los párpados; una bomba lacrimógena acaba de explotar a mis pies en esta triste navidad.



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