No voy a referirme
pacientes lectores a la toma para controlar el buque cisterna petrolero Pilín
León, anclado en el lago de Maracaibo, como señal de protesta durante el Paro
Cívico Nacional. Tampoco discutiré la orden emanada por el presidente Chávez,
de abordar la nave por un grupo de militares fuertemente armados junto a una
tripulación extranjera, violando como siempre el estado de derecho y las
normativas internacionales.
No, hoy quiero confesar que no estuve de acuerdo que a los barcos de nuestra flota
petrolera insignia, los bautizaran con nombres de reinas de belleza y consideré
un asalto a la idiosincrasia nacionalista, apegada al estilo de Osmel Sousa, el
rendir homenaje a la fábrica de soberanas de un país productor de petróleo.
Pensé que nombres como Carite, Orinoco, Mara, Guayana, Mene, por mencionar
algunos, identificarían mejor a los navíos surtidores de energía en los mares
del mundo.
Quiero manifestar que
después de varios años, me encantó volver a ver a la Miss Mundo Pilín León,
fresca, sonriendo en la asamblea de trabajadores de PDVSA, donde acudió a
expresar su solidaridad con la tripulación, demostrando que no sólo tiene belleza
y figura sino también talento y valentía.
Para finalizar quiero declarar, sin rayar en la cursilería, que desde la
proa hasta la popa ella siempre me sedujo, que su mirada me atrajo a la cabina
de mando con más fuerza, que me muero de las ganas de asaltarla pacíficamente desde
babor a estribor, sin armas, respetuosamente, que deseo anclarme en ella con
las tácticas del corazón, fondearme en las profundas aguas de sus ojos y dejar que
los 44 millones de litros de combustible inflamable recorran con ansias mi
cuerpo, para después bombearlos sutilmente a tan delicada y deseada embarcación.
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