Con la trillada declaración
de una guerra económica, el régimen venezolano pretende justificar su ineptitud
para dotar de bienestar a los ciudadanos. Esta vez le tocó el turno al pan; no
importa cuánto sudor ruede por la frente de un honesto trabajador, la
oportunidad de llevar una hogaza al hogar no es pan comido, pues en Venezuela el
pan no cae del cielo como en los tiempos del éxodo bíblico.
Nicolás Maduro, con su habitual abuso de
autoridad, amenaza con obligar a los hacendosos panaderos a utilizar el 90% de
cada saco de trigo para elaborar el pan económico, que con un obligatorio
precio de venta al público por debajo del gasto que se hace para la
elaboración, no deja margen de ganancia al momento de intentar reponer la
mercancía.
Para
defender este nuevo frente de batalla, fueron nombrados dos polémicos guerreros
antimperialistas,Tarek El Aissami, vicepresidente ejecutivo y el
superintendente William Contreras, quienes con el despotismo propio de sus
altos rangos han comenzado la nefasta maniobra de tomar por asalto las
panaderías para entregárselas a acólitos chavistas.
Bien conocemos el fin de esta supuesta conflagración, las panaderías serán intervenidas, expropiadas y robadas, los hornos se apagarán, los propietarios quedarán en la ruina, sin fuente de trabajo los empleados y el pan nuestro de cada día estará ausente en la mesa de la hambrienta la población.
Bien conocemos el fin de esta supuesta conflagración, las panaderías serán intervenidas, expropiadas y robadas, los hornos se apagarán, los propietarios quedarán en la ruina, sin fuente de trabajo los empleados y el pan nuestro de cada día estará ausente en la mesa de la hambrienta la población.
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