Múltiples son los
factores que llevan a un ser humano a abandonar su país de origen para buscar
en otro la paz perdida. Encontrarse lejos del lugar natural, convertirse en un
expatriado por circunstancias forzadas o voluntarias, no es tarea fácil. Alejarse
de los seres queridos, recordar con nostalgia los olores de la tierra nativa y
las costumbres que se aprendieron desde la niñez, es duro. Perder el estatus
logrado a través de años de trabajo, comenzar desde cero, enfrentarse con un
idioma, geografía y comportamientos nuevos, es una difícil y a veces traumática
experiencia. Consideramos a Miami la capital del exilio, al viajar en tren o caminar
por sus calles observamos las diversas diásporas esparcidas por la ciudad y constatamos que la cubana es la más numerosa.
No importa lo
que nos toque sufrir o añorar, cuando quemamos las velas del barco para no
volver atrás, sabíamos de antemano lo que nos esperaba en este gran país, la
preciada libertad que una vez nos fue secuestrada por una desalmada revolución
chavista.
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