Desde hace tiempo a los
venezolanos los acostumbraron a vivir en una incesante tiniebla, los constantes
apagones hacen de la oscuridad un suceso normal. La falta de mantenimiento,
inversión y personal calificado hicieron colapsar el sistema eléctrico que
surtía eficientemente a campos y ciudades. Una nueva normativa del Ministerio
de Energía Eléctrica golpea fuertemente el tenebroso porvenir de los negocios, al
ser interrumpido el servicio en los centros comerciales, entre la una y las
tres de la tarde y las siete y las nueve de la noche. Con anterioridad una
insólita orden emanada por dicho ministerio, obligaba a los establecimientos
comerciales a generar su propia electricidad. Ante esta falta de luz, Maduro
recorta los días laborables y para justificar la corrupción e ineficiencia, señalará
a los culpables: el perverso sabotaje de los apátridas opositores, una iguana
que penetró las redes, la prolongada sequía causada por El Niño, que hizo
fallar las centrales hidroeléctricas, culpa de la mano peluda del imperio
americano, que con su alta tecnología desvió hacia tierras venezolanas la
trayectoria de ese mocoso climático.
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