“Los hombres
construimos demasiados muros y no suficientes puentes”
Isaac Newton
Desde la antigüedad se han
construido muros para dividir, delimitar espacios, cerrarle el paso a expatriados,
detener contrabando e invasiones. En Berlín un humillante paredón separó a los
alemanes durante 28 años, en Perú una polémica pared divide a los limeños
pobres de los ricos, una controversial barrera en Cisjordania fue construida
para proteger a los ciudadanos israelíes contra ataques terroristas, la muralla
china, patrimonio de la humanidad, se erigió para rechazar la arremetida de las
huestes enemigas, actualmente en Europa se levantan tabiques, vallas y alambradas
para detener la oleada de refugiados. Múltiples son las estructuras que se levantan a diario para
dividir a la humanidad. Con
el fin de frenar la entrada de indocumentados, Donald Trump, haciendo alarde de
su característico odio visceral hacia los extranjeros, propuso la construcción
de un vergonzoso muro que debería ser pagado por México. Dado que el gobierno
federal no piensa costear la obra, el magnate anuncia que impedirá que los
mexicanos realicen transferencias de dinero a ese país, a menos que demuestren
la permanencia legal en los Estados Unidos. Ante estas constantes arremetidas xenófobas
del precandidato republicano, deberíamos edificar un gigantesco muro para impedirle
llegar a la presidencia.
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