El presidente Hugo Chávez no se conforma con cambiarle
el nombre al país, o de torcerle el
rumbo hacia la izquierda al caballo blanco que galopa dentro del escudo, o
agregarle otra estrella al pabellón nacional, ahora Chávez en una nueva
actitud, producto de su imaginación febríl, acaba de presentar la nueva imágen
de Simón Bolívar, desechando de golpe y porrazo, los anteriores rostros
clásicos de la extensa iconografía dedicada al libertador. Según él, los
previos retratos intentaron muchas veces representarlo casi rubio, afirmando en
su especulativa tesis, que las obras realizadas no cuadran con el ideal
bolivariano y que el ilustre patriota era un mestizo de sangre africana, nacido
un 25 y no un 24 de Julio en Cayapa y no en Caracas, como afirman los textos de
la colonialista historia venezolana. Todo comenzó hace 2 años cuando Chávez,
reencarnacado en Bolívar, ordenó exhumar los restos del padre de la patria, que
se encontraban depositados en un sarcófrago en el Panteón Nacional, con el fin
de someterlos a pruebas de ADN en la Unidad Criminalística Contra la
Vulneración de Derechos Fundamentales del Ministerio Público de la República
Bolivariana de Venezuela y verificar si realmente eran los del prócer y
sobretodo para corroborar su teoría que murió envenenado y no de una
certificada tuberculosis. Esperamos que no se le ocurra anunciar en cadena
nacional obligatoria, que este crímen fue planificado y llevado a cabo en 1830,
por agentes encubiertos de la CIA, como sucedió cuando afirmó que el
capitalismo salvaje acabó con la vida en Marte.
Preparémonos a encontrar el nuevo rostro digitalizado
del prohombre en los billetes y monedas, en las instalaciones públicas y
privadas, en las estatuas, documentos oficiales, panfletos, franelas, gorras y
pancartas, mientras la inseguridad, la
inflación y el desabastecimiento desangran la patria, ante la mirada angustiada
del depuesto Bolívar representado en antiguas estampas.
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