Mientras millones de
mujeres abarrotaron las tiendas el viernes negro, cada diez minutos un hombre mata
a su pareja en el mundo. Mientras
los medios dedicaron sus espacios a cubrir las grandes ofertas del Día de
Acción de Gracias, una de cada tres mujeres durante su vida, padecerá de
violencia a nivel mundial. Mientras la desigualdad de género mantenga dominada
y discriminada a las mujeres, ellas sufrirán amenazas, daños físicos o
sicológicos. Mientras las mujeres sigan siendo víctimas de violación, acoso en
el trabajo, mutilación de sus genitales, trata, prostitución forzada y
esclavitud; sus derechos y sus libertades individuales seguirán siendo violados.
Mientras el estigma de la violencia continúe siendo un impedimento para la
igualdad, el desarrollo y la paz de las mujeres, ellas seguirán subordinadas al
hombre. Mientras las mujeres indígenas, las expatriadas, las menesterosas,
discapacitadas, encarceladas, las niñas, las ancianas y las que se encuentran
atrapadas en cruentas guerras, sean vulnerables, no sanarán las profundas
heridas causadas por un desbordado machismo. Mientras el miedo impida que no se
denuncie la violencia, sus causas y efectos, mientras no se ponga fin a tanta
injusticia y los gobernantes misóginos no rectifiquen su rumbo, el mundo seguirá
rotando de manera equivocada. Mientras millones de mujeres estaban ocupadas
acabando con las existencias en los centros comerciales, no se percataron que las
Naciones Unidas, para eliminar los golpes que duelen y las palabras que hieren,
designó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer; día que las tres hermanas Mirabal fueron brutalmente
asesinadas hace 56 años, por desafiar a Trujillo, el dictador dominicano.
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