Friday, December 9, 2016

UN CEMENTERIO LLAMADO ALEPO

     



No vamos a especular sobre las causas que alimentan la cruenta guerra que desde hace años mantiene en jaque a la población civil en Siria y de manera especial a los habitantes en la ciudad de Alepo. Tampoco nos referiremos sobre los conflictos de intereses que prevalecen en este cruel enfrentamiento entre los rebeldes que luchan contra el ejército del genocida Bachar el Asad, el cruel dictador de Siria, y sus aliados de Rusia, Turquía, Líbano, Irak, Afganistán, frente a los miembros del Estado Islámico y a la otra coalición internacional liderada por los Estados Unidos. Queremos denunciar la violencia que sufre el pueblo de Alepo y las inocentes víctimas de este conflicto armado; seres hambrientos, sin agua potable, ni medicinas, recluidos en una ciudad destrozada por el fuego de artillería, las bombas de racimo, los proyectiles incendiarios, los barriles de cloro lanzados desde helicópteros y las armas químicas vertidas indiscriminadamente sobre hospitales y escuela.
Sus ensangrentadas calles sembradas de cadáveres, han convertido a la que fue una floreciente ciudad con legado histórico en una pesadilla, que siempre es interrumpida por las explosiones de nuevas cargas arrojadas por los bombarderos rusos. Cuando vuelve la calma, los heridos son rescatados de los escombros por una legión de valientes ciudadanos conocidos como los Cascos Blancos y son entregados a los heroicos Médicos sin Fronteras quienes procuran, sin los recursos elementales, salvar las vidas de niños, mujeres y ancianos; seres vulnerables en esta horrenda carnicería. Las personas que logran escapar del cerco, saturarán los cupos en inhumanos campos de refugiados y los que no pueden huir de este infierno continuarán padeciendo del verdadero terrorismo.
La ciudad está sitiada, sin suministros, sin señales de que la paz reine pronto, tampoco se vislumbra un cese temporal al fuego que permita a   corredores compasivos aliviar el sufrimiento. Los perros de la guerra están felices, aullando por el dinero que nutre sus ensangrentadas arcas y los criminales de la humanidad siguen cavando sin compasión, una gran fosa común en ese quejumbroso cementerio llamado Alepo. 
                                                                                                                                                                         

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