Saturday, November 26, 2016

LA VERDADERA HORA DE LA SALSA

                           



La salsa es una deliciosa mezcla líquida de diferentes aromas y sabores que acompaña los platos de una receta culinaria, es caldo que destaca el aspecto visual, orquesta el paladar y adereza el apetito, la salsa es en   gastronomía, el adobo perfecto para realzar las comidas.
Con atención aplicamos el oído para disfrutar de la otra salsa, la sonora caribeña, producto de la mezcla de ritmos propios de los países bañados por ese hermoso mar, tranquilo por momentos o con agresivos oleajes musicales heredados de la lejana África.
En1968 la salsa neoyorquina cobijó en su regazo los sentires de la diáspora musical latina en las “Estrellas de Fania”, fogón donde brillaron con luz propia sus máximos exponentes.
En Venezuela, país degradado en notas y en escalas, no musicales sino humanitarias, el régimen acaba de montar un nuevo espectáculo para tratar de ocultar sus constantes desatinos y prolongar su estancia en el poder. Nicolás Maduro, el pésimo bailarín y desafinado director de la banda, desde la emisora instalada en palacio, saca al aire “La Hora de la Salsa”, programa radial donde la música del trópico es la protagonista. El nombre del espacio fue expropiado por el dictador al fallecido locutor de radio de los años sesenta, el popular Phidias Danilo Escalona, a quien se le atribuye el origen de la palabra salsa para identificar este ritmo.
Como la censura es cotidiana en el país, algunas piezas e intérpretes serán vetados en la programación regular, tal es el caso de Rubén Blades, quien en la canción “Patria” pide no memorizar lecciones de dictaduras o encierros o, “Todo tiene su final” de Hector Lavoe, pues pudiese interpretarse como el final del régimen o, “La revolución” de Ismael Miranda, porque anuncia que hay que acabar con la revolución antes que ella acabe con todo.
Pero la verdadera salsa roja de la revolución, es la que mantiene al pueblo muerto de hambre, escarbando en los basureros.
La hora final de la cada vez más espesa salsa chavista está cerca. A lo lejos un diálogo de sordos sin partitura musical se escucha, mientras sobre una mesa de acuerdos mal servidos, un guiso a fuego lento se cocina. 

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