Hemos seguido con suma
atención las actuaciones del Papa Francisco en su rol de sumo pontífice. Contundentes
han sido sus firmes posturas en favor de los desposeídos, los oprimidos, los
refugiados de cruentas guerras, los desahuciados, los que padecen hambre,
enfermedades y esclavitud.
Recientemente el Vaticano
abrió los archivos de la dictadura que asoló Argentina desde 1976 a 1983, bajo
la presidencia del general José Rafael Videla. Los documentos recogen casos de
violaciones, desapariciones, tortura y muerte de opositores, la apropiación de
recién nacidos y otros crímenes de lesa humanidad, hechos ante lo cual la iglesia
se hizo de la vista gorda, como en los casos de otras dictaduras que oprimieron
a Iberoamérica. Aplaudimos esta acertada decisión y aunque como cristianos
coincidimos, que el perdón alivia la carga del rencor, asimismo creemos que la
justicia ayuda a cerrar las heridas y conduce a una sana reconciliación.
Casi al mismo tiempo de este
hecho, el santo padre, entre gallos y medianoche, recibió en audiencia privada
a Nicolás Maduro, el dictador venezolano, violador de derechos humanos y
responsable de la peor crisis humanitaria que ha azotado a Venezuela. Respetamos,
pero no compartimos la buena voluntad del Papa al bendecir a Maduro y usar los canales
diplomáticos para nombrar un enviado especial en el intento por ayudar
a solventar la delicada situación apocalíptica que viven los venezolanos, pero
respetuosamente pensamos que el emisario enviado para concertar el dialogo
entre el régimen y la oposición, sólo servirá para oxigenar al tirano que se
encuentra arrinconado contra las cuerdas. Recordemos que las dictaduras disparan
primero y si les conviene dialogan
después, porque los dictadores no dan puntada sin dedal.
No comments:
Post a Comment