Venezuela está inmersa en
una peligrosa crisis terminal, la otrora exuberante tierra de gracia se
encuentra envuelta en una terrible descomposición social, originada por el incompetente
régimen bolivariano. La corrupción, inseguridad, inflación, desabastecimiento,
violación de los derechos humanos, narcotráfico, represión, tortura y otras
plagas apocalípticas, han sembrado angustia y dolor en el ámbito nacional.
Ante este panorama y en la
búsqueda de una mejor calidad de vida, la sufrida población ha optado por
emigrar. Al principio el éxodo comenzó por los aeropuertos internacionales, los
medios bautizaron a estos tránsfugas como los balseros del aire. Norteamérica,
Europa, los países latinoamericanos y hasta la lejana Australia han sido los
destinos preferidos de este forzoso peregrinar; pero los costos de los pasajes,
la dificultad de comprar dólares, el obstáculo para obtener visas y los cortes
operacionales de líneas aéreas por falta de pago de las autoridades, hacen
complicada esta vía para del huir del caos revolucionario.
Una nueva corriente migratoria
ha optado por la temible ruta marítima, emulando a los balseros cubanos,
quienes constantemente arriesgan sus vidas al atravesar el peligroso estrecho
de la Florida, en precarias embarcaciones.
Los destinos más
cercanos para esta intrépida aventura son las islas de Trinidad, Tobago, Aruba,
Curazao y Bonaire. La proximidad de Aruba es tal, que en noches despejadas es
posible divisar sus luces desde el estado Falcón en el norte venezolano. Desgraciadamente
la travesía por el mal llamado mar de la
felicidad, ha cobrado víctimas, detenciones por parte de la Guardia Costera,
multas para salir del encierro y deportación a ese infierno llamado Venezuela.
Al ser repatriados, las vidas de estos frustrados balseros estarán marcadas y serán
fuertemente castigados por haber intentado huir de una nefasta tiranía.
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