El zika, virus transmitido
primordialmente por la picadura de mosquitos del género Aedes, se está propagando
de manera fulminante. El contacto sexual de una persona infectada a otra sana y
las transfusiones sanguíneas son otras conocidas formas de contagio.
Este
agente infeccioso fue aislado en 1947 en una especie de primates, en el bosque
tropical de Zika, en Uganda (África). El milenario mosquito Aedes aegypti
también puede inocular la chikungunya, el dengue y la fiebre amarilla.
La
amenaza del Zika se ha expandido rápidamente por América Latina y el Caribe, siendo Brasil el más afectado de la
región y combatirlo fue una prioridad en los recientes Juegos Olímpicos.
Contra esta infección viral no
existe por los momentos vacunas ni tratamiento y sus síntomas son muy parecidos
a los de la gripe, con la presencia de fiebre, conjuntivitis, erupciones en la
piel y dolores en las articulaciones, aunque no siempre los afectados muestran
dichos síntomas.
Ante
el eminente peligro de una epidemia, que pone en riesgo a las criaturas de las mujeres
embarazadas, la Organización Mundial de la Salud, decretó una alarma sanitaria
mundial y respaldó un programa con mosquitos transgénicos, para evitar que se
reproduzcan o que mueran antes de llegar a la edad adulta y puedan convertirse
en potenciales transmisores.
En Miami, en pleno verano y con fuertes
precipitaciones, los mosquitos están
proliferando y desgraciadamente algunos ya portan el virus. Las autoridades locales
han tomado medidas para frenar el avance y evitar una desastrosa epidemia. A
nivel federal, en febrero, el presidente Obama pidió al Congreso 1.800 millones
de dólares para combatir el virus, acción que fue frenada por la bancada
republicana. Pensamos que es hora de apartar posiciones políticas que no
benefician al pueblo y otorgar los fondos necesarios para detener esta riesgosa
arremetida.
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