Una recatada prenda de
vestir inició recientemente una severa polémica en Francia, país golpeado duramente
con actos terroristas por parte del radicalismo islámico. La vestimenta en
cuestión, usada por las mujeres musulmanas, es conocida como burka, y su
versión playera burkini, unión de las palabras burka y bikini, indumentaria que
permite mostrar solamente el rostro, las manos y los pies. El atuendo ha
desatado un acalorado debate y la prohibición temporal de las autoridades francesas.
Por su parte el original bikini recibió su nombre por el atolón Bikini
en el Pacifico, donde fue detonada una bomba atómica experimental. Su diseñador
concibió la indumentaria de dos piezas con la idea que este sería un detonante social,
contra el recato de las damas que usaban el traje de una sola pieza a la hora
de tomar un baño de mar.
Si remontamos la historia del vestido, en el
siglo 19, el bañador femenino se asemeja a los originales burkinis vetados en
las playas francesas, las damas cubrían con pesadas y abundantes telas sus
cuerpos dejando poca cosa que ver y mucho a la imagen creada por la fantasía.
La controversia separa a dos bandos, los que
apoyan el traje de baño aducen que no es
por motivos religiosos que las féminas se cubren la casi totalidad del cuerpo,
sino por la tendencia que las obliga a continuar ejecutando costumbres y formas
primitivas dictadas por un dogma.
El grupo que se opone
argumenta, también con razón, que los musulmanes no se asimilan a los patrones
culturales franceses y que si en un país islámico una monja vistiera su
habitual hábito religioso o una mujer un vestido corto, con escote, cabeza y
brazos descubiertos, serían sometidas al desprecio público, juicio sumarial,
confinamiento o hasta un cruel
apedreamiento.
Al final, la nación de la libertad, igualdad y
fraternidad rectificó el veto y podremos seguir viendo en la Riviera Francesa, esculturales
cuerpos como el de la Brigitte Bardot, símbolo sexual de los años 50 y 60,
recibiendo el sol en coloridos bikinis, sensuales tangas, atrevidos monokinis,
reducidos “hilos dentales”, al lado de pudorosos, arcaicos e impenetrables burkinis.
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