Los venezolanos viven
en una constante amargura, padecen como ningún otro pueblo del mundo la
angustia de estar muriendo de hambre. El turbio negocio de alimentos importados
prospera y los altos jerarcas trafican con dólares preferenciales, alimentando
un oscuro mercado negro de divisas. La hambrienta población, para saciar la
necesidad ingiere lo que consigue, sin importarle que sean sobras hurgadas en
los basureros. La comida escasea y los revendedores callejeros ofrecen, con
astronómicos precios y sin reunir las condiciones de salubridad, lo que puedan conseguir.
A este
sombrío panorama, se suma la muerte por consumo de yuca amarga, la tóxica raíz
tuberosa con alto contenido de ácido cianhídrico en su composición. Ante esta
venenosa situación el régimen poco ha hecho y el mandatario en reciente
transmisión al referirse al presidente de la Asamblea, lo comparó con un
desabrido helado de yuca amarga; irresponsable bufonada expuesta sin gracia
ante un país arruinado y repleto de agobiados habitantes que paulatinamente
enflaquecen con amargura.
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