Por temor a ser
denunciado, prometo seguir al pie de la letra la totalitaria orden emanada por
Diosdado Cabello de colocar en mi sitio de trabajo, en este caso la computadora,
un mandamiento que rece: “No hablaré mal de Hugo Chávez”. Garantizo no seguir
la serie televisiva “El Comandante” dedicada al otro comandante, puesto que mis
inclinaciones masoquistas no llegan a tanto. Declaro que cumplir con esta
promesa es una tarea difícil a seguir puesto que, después de 18 años de
revolución bolivariana y ojo, no tiene nada que ver con el “Comandante Eterno”,
un rico país se encuentra desmoronado. Como la nobleza me obliga a cumplir lo
antes enunciado, afirmo categóricamente que no es por culpa del “Mesías de los
Pobres”, que en Venezuela el pueblo sufre de desnutrición, que la corrupción
corroe los pilares de una narco-dictadura democrática, que los ciudadanos
enfermos mueren por falta de medicinas e insumos médicos, que hay una
inseguridad y una inflación galopante. Garantizo que fue el régimen y no el “Chávez
de Verdad”, quien secuestró la libertad de opinión y expropió empresas
productivas. Afirmo con el corazón en la mano que el alto costo de la vida, el
desabastecimiento, la pobreza, los apagones, el mermado suministro de agua
potable y otras plagas apocalípticas que afectan a la nación es culpa de una
revolución socialista y confieso que sería injusto imputárselas al nuevo “Padre
de la Patria”.
Dicho
lo antes expuesto me siento libre de malos pensamientos y acciones, pues cumplí
de manera categórica, la promesa de no romper el sagrado juramento patriótico
de no hablar mal del extinto “Corazón de la Patria”.
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