En estos ilimitados tiempos virtuales de la Internet, las redes sociales han convertido al ciudadano de a pie en recolector, redactor e informador de verdades y mentiras cotidianas. Estas instantáneas emisiones han resultado positivas cuando en países con regímenes totalitarios la libertad de expresión ha sido estrangulada y los espontáneos periodistas difunden la verdad previamente censurada. De igual manera estos receptores casuales muchas veces transmiten el suceso antes que las agencias informativas y los medios de comunicación, por estar en el sitio y el justo momento cuando se produce. A Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi, se le atribuye la frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, guardando las distancias y las odiosas comparaciones, los usuarios de redes sociales pueden transfigurar los no tan reales acontecimientos y lograr que el público los digiera como verdaderos cuando estos se repiten insistentemente y logran hacerse virales. Recordemos cuando circuló la falsa noticia que el Papa Francisco apoyó a Donald Trump para la presidencia o que en una pizzería la candidata Hillary Clinton llevaba negocios de índole sexual, lo cual llevo a que un desadaptado creyente de noticias falsas disparara dentro del local; incidente que demuestra lo peligroso y preocupante que puede ser una mentira en este mundo de tecnologías globalizadas.
Recientemente Kellyanne Conway, asesora de Trump, causó revuelo cuando se refirió a “la verdad alternativa”, para justificar la pesada declaración del prepotente Sean Spicer, secretario de “prensa verdadera” de la Casa Blanca, sobre la afluencia de público en la inauguración presidencial. Esta verdad alternativa la relacionamos con el “doble pensar” de George Orwell, el escritor, periodista y crítico británico cuando afirmó: “La doble moral significa el poder sostener dos creencias contradictorias en la mente al mismo tiempo, y la aceptación de ambas”, así mismo el polémico Orwell expresa de manera contundente otra gran verdad de nuestros días: “El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades”.
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