Saturday, February 11, 2017

EL VÍA CRUCIS CEDULARIO. 9 de enero de 2003.

             


No hay objeto más preciado en mi vida que la vetusta cédula de identidad. Ese pedacito de papel laminado de 6x9 centímetros aproximadamente, que me permite demostrar que soy venezolano y cobrar en el banco los quince y último.
En múltiples ocasiones autoridades, instituciones públicas y privadas han intentado retenerla y he tenido que blandir la “moribunda constitución” y “la bicha soberana” para impedir tal acción. Igualmente cuando he sido víctima de atraco, me he despojado de todas mis pertenencias y suplicado que me devuelvan tan valioso documento; por fortuna los cacos han hecho caso a mis requerimientos y es así que conservo contra viento y marea, contra malandros, policías, redadas y alcabalas, “a sangre, sudor y lágrimas”, mi ilegible cédula de identidad, porque realmente es un vía crucis obtener, renovar o reponer dicho documento público.
Para evitar ser un indocumentado en contra de nuestra propia voluntad, debemos tramitar las estaciones reglamentarias de un calvario que comienza al levantarnos de madrugada para conseguir un número, o dormir a las puertas de Identificación y extranjería, donde un texto nada  alentador nos recibe: “Dios concede la victoria a la constancia”, Simón Bolívar; o sea, que el padre de la patria nos aconseja tener firmeza de ánimo, ser inquebrantables, inflexibles e insistir con tesón para tramitar dicha credencial.
Si conseguimos una palanca o nos bajamos de la mula, debemos correr con suerte en la próxima estación, no vaya ser que existan errores en los datos o seamos descendientes de vampiros y no salgamos en la foto. Afortunadamente para expiar nuestros pecados de ciudadano común, la ONIDEX atiende previa cita como en las clínicas, pero por desgracia los cupos han sido otorgados hasta febrero del próximo año, lo cual ha paralizado el proceso.
A última hora nos informan que están cedulando diligentemente a extranjeros que no llenan los requisitos legales, para que voten por el chavismo. Esto nos sitúa frente a una cuestionable pérdida de identidad y a un doloroso y peligrosísimo vía crucis en nuestra amada nacionalidad.

                                                                                   

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