La radio ha sido mi
entorno habitual. En los años cincuenta, mi padre, Rubén Darío Villasmil,
inició su incursión radial en Ondas Populares; luego en Radio Caracas, acaparó
la romántica audiencia nocturna con sus programas “Agradable música” y
“Melodías en un estudio”.
Locutores
de la talla de Francisco Amado Pernía, Carlos Quintana Negrón, Renny Otolina,
Víctor Saume, Marco Antonio Lacavalerie, Héctor Myerston entre otros, compartieron
con él los estudios de la antigua difusora Broadcasting Caracas, fundada en
1930 por William H. Phelps y Edgar Anzola. Luego se sumarían a la planta otras
regias voces como las de, Eduardo Morell, Clemente Vargas Jr., Alfredo José
Mena, Walter Parra y Alfredo Ledezma.
A
finales de los años sesenta surge Radio Capital, estación orientada a una
audiencia juvenil. Acaparan el nuevo dial los sonidos de Jimi Hendrix, Pink
Floyd y Led zepellin e integran la plantilla “psicotomimética” de la emisora,
los irreverentes Napoleón Bravo, Cappy Donzela, Alfredo Escalante, Elí Bravo e
Iván Loscher, el emblemático locutor, quien aparte de trasmitir música y
comerciales, se dedicó a la filosofía y la literatura, su libro “La venganza de
la momia azteca”, se convirtió en un todo un éxito editorial.
Villasmil y
Loscher, mantuvieron una relación amistosa y profesional, con sus particulares
estilos representaron dos ciclos radiofónicos y sus moduladas
y seductoras voces cautivaron al público radioescucha de cada generación. Estos
locutores de recia personalidad han concluido sus emisiones radiales, no habrá
más sintonías, comerciales ni pautas identificando los acordes habituales. Los
micrófonos y los avisos indicando que estaban en el aire se apagaron, las
casetas de transmisión y los estudios de grabación están desiertos. Sus almas
liberadas se elevaron por las ondas herzianas que siempre les acompañaron.
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