Conocí a Sofía Imber de
la mano de Roberto Montero Castro, crítico de arte y promotor de nuevas
generaciones. Acababa de regresar de Nueva York y Roberto me invitó a mostrarle
a la exigente directora del Museo de Arte Contemporáneo, mis recientes dibujos en
blanco y negro.
Debo confesar
que estaba aterrado, recuerdo como sus brillantes ojos navegaron entre los seres
imaginarios que se escapaban de mi portafolio, respetuosamente sus manos acariciaron
los blancos papeles, su rostro no daba señas de ser una mujer intransigente,
una sonrisa franca dio el visto bueno a una futura exposición.
Tras la muerte de la diligente
periodista y gerente cultural se cierra un capítulo del arte venezolano. Víctima
de una fallida revolución cultural bolivariana, Hugo Chávez la removió del
frente de la institución en 2001. No debemos entristecernos, su legado seguirá
vivo y este será resarcido cuando la democracia sea restaurada y su nombre
vuelva a colocarse a la entrada del museo que construyó con tesón.
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