El país se encuentra estremecido ante un nuevo ataque terrorista. En un
concurrido club nocturno de Orlando, un atacante abrió fuego con un
potente rifle de asalto y acabó con la vida de 49 inocentes, convirtiendo la
acción en el peor tiroteo masivo en los Estados Unidos y la más sangrienta
agresión perpetrada desde el 11 de septiembre.
Omar Mateen, el asesino nacido en suelo americano de padres afganos, era una persona de temperamento inestable yviolento, fue investigado un par de veces por el FBI tras manifestar comportamiento extremista, sin embargo las armas que utilizó para consumar este espeluznante crimen fueron compradas de manera legal. Antes de la arremetida, el perverso criminal juró lealtad al Estado Islámico, lo cual nos revela que la amenaza de ataques terroristas no solo puede venir del extranjero sino que lastimosamente es factible que la ofensiva nazca y se radicalice en suelo nativo.
La masacre también la consideramos como un crimen de odio,pues el asalto fue perpetrado en un local donde se reúne la comunidad homosexual y en el mes de junio, declarado como de orgullo para los grupos lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT).
Esta peligrosa ofensiva en una ciudad clave para el turismo de la Florida, pone sobre el tapete la vieja polémica sobre el control de armas y el derecho consagrado en la Constitución a la tenencia y porte de armamento.Donald Trump, respaldado por la poderosa Asociación Nacional del Rifle, defendió el legítimo privilegio que ampara a los ciudadanos a estar armados, sacudió su habitual fobia contra los musulmanes y de manera sutil insinuó que el presidente Barack Obama y la candidata demócrata Hillary Clinton, partidarios a regular la adquisición de armas, pudiesen ser considerados cómplices de este atentado, dada su desidia para enfrentar al islamismo radical.
Este siniestro baño de sangre, ejecutado por un extremista solitario en un país excesivamente permisivocon las armas, lo consideramos un repugnante acto de odio y terror contra un grupo estigmatizado por sus inclinaciones sexuales.
Omar Mateen, el asesino nacido en suelo americano de padres afganos, era una persona de temperamento inestable yviolento, fue investigado un par de veces por el FBI tras manifestar comportamiento extremista, sin embargo las armas que utilizó para consumar este espeluznante crimen fueron compradas de manera legal. Antes de la arremetida, el perverso criminal juró lealtad al Estado Islámico, lo cual nos revela que la amenaza de ataques terroristas no solo puede venir del extranjero sino que lastimosamente es factible que la ofensiva nazca y se radicalice en suelo nativo.
La masacre también la consideramos como un crimen de odio,pues el asalto fue perpetrado en un local donde se reúne la comunidad homosexual y en el mes de junio, declarado como de orgullo para los grupos lésbico, gay, bisexual y transexual (LGBT).
Esta peligrosa ofensiva en una ciudad clave para el turismo de la Florida, pone sobre el tapete la vieja polémica sobre el control de armas y el derecho consagrado en la Constitución a la tenencia y porte de armamento.Donald Trump, respaldado por la poderosa Asociación Nacional del Rifle, defendió el legítimo privilegio que ampara a los ciudadanos a estar armados, sacudió su habitual fobia contra los musulmanes y de manera sutil insinuó que el presidente Barack Obama y la candidata demócrata Hillary Clinton, partidarios a regular la adquisición de armas, pudiesen ser considerados cómplices de este atentado, dada su desidia para enfrentar al islamismo radical.
Este siniestro baño de sangre, ejecutado por un extremista solitario en un país excesivamente permisivocon las armas, lo consideramos un repugnante acto de odio y terror contra un grupo estigmatizado por sus inclinaciones sexuales.
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