Venezuela se encuentra
en un callejón sin salida, el régimen se resiste a aceptar que la crisis política
que impera en el país tiene sumida a la población en un caos total. La
supremacía, que la democracia le otorga al pueblo, es constantemente vulnerada por
el chavismo. En Venezuela no existe la
división de poderes, el ejecutivo concentra de manera absoluta el mando
en torno a la figura de un solo individuo a quien se le rinde fatuo culto a la
personalidad. En una verdadera democracia están vigentes los derechos humanos,
la libertad de expresión, prensa y asociación. El gobierno del pueblo y para el
pueblo debe velar por una economía y servicios estables, garantizar el
bienestar y una vida digna y segura para sus ciudadanos. En Venezuela el
dominio está en las manos de un autócrata que desconoce la constitución, gobierna
por decretos, devasta la economía, cercena los derechos, impide manifestarse,
reprime violentamente y pretende acabar con el poder legislativo. El tirano juzga
y condena públicamente a opositores, permite el abuso, la corrupción, el
tráfico de estupefacientes, no preserva el orden público y se niega a realizar
un referendo revocatorio, pues está plenamente convencido que perdería el mando.
El déspota es un populista enardecido que se arma para someter y torturar en
nombre de una supuesta guerra económica y una invasión imperialista. Por
desgracia Venezuela está secuestrada por un régimen de facto y la democracia es
una impecable fachada que oculta una perversa dictadura.
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