Donald Trump, el ególatra
precandidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, lanza insultos
a diestra y siniestra cual ráfagas de una ametralladora de alto calibre. Omnipotente
xenófobo, dispara indistintamente contra mejicanos y musulmanes. Misógino
arrogante, descarga su rechazo contra la periodista Megyn Kelly de la cadena
Fox, le tira al rostro de la aspirante rival Carly Fiorina y fusila de manera
repugnante a Hillary Clinton. Demagogo confeso, tirotea al senador John McCain prisionero
de guerra en Vietnam y con sus muecas intolerantes fusila a un periodista
discapacitado. Fanático a ultranza, Trump encabeza las encuestas moviéndose
hábilmente entre la línea política y el entretenimiento, cautivando a un
público ávido de polémicos espectáculos promovidos por los medios de
comunicación. Sus últimos proyectiles resonaron a nivel mundial cuando aseguró
que podría pararse en mitad de la Quinta Avenida, disparar a la gente y no
perder los votos. El olor a pólvora todavía se mantiene en el ambiente político
y con esta triste afirmación, el aspirante a la primera magistratura se
transforma en sangriento terrorista de
la principal vía de Nueva York. ¿Se harán cómplices sus seguidores de este violento
acto a quemarropa?
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