El planeta se calienta,
los glaciares se derriten y sube el nivel del mar. Feroces sequías e
inundaciones acechan y potentes tormentas azotan. El voraz cambio climático se
hace sentir. Para los políticos conservadores norteamericanos, receptores de importantes
contribuciones financieras de la poderosa industria petrolera, la alteración de
la temperatura son hechos naturales que nada tienen que ver con la mano del hombre y mucho menos con la producción
de peligrosas emisiones de gases de efecto invernadero. Pero no todos están de
acuerdo con estos planteamientos, el presidente Barack Obama y el papa
Francisco se han pronunciado a favor de la protección del ambiente y sus voces
han ayudado a crear conciencia ante esta delicada situación. En la Cumbre de
París, que no pudo ser opacada por el abominable acto terrorista, 195 naciones
incluyendo a los Estados Unidos y China, principales potencias contaminadoras
del mundo, aprobaron un acuerdo para bajar las emisiones de dióxido de carbono
y recomendaron el uso de energías limpias. Encomiable acto para la preservación
de una Tierra limpia y armoniosa, herencia de futuras generaciones.
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