No contentos con haber
acabado el aparato productivo nacional, confiscar fructíferas granjas,
haciendas y procesadoras de insumos para la agricultura y la ganadería, no
satisfechos con robarse los dólares destinados a la importación de comida y
permitir que en los puertos se pudran toneladas de alimentos, ahora al régimen
bolivariano se le ocurre la brillante idea de abultar la inmensa burocracia
gubernamental con la creación de nuevos e inoperantes ministerios populares,
repetitivos en sus funciones y llenos de codiciosos revolucionarios. De los
insólitos engendros ministeriales anunciados por Maduro, resalta el de la
agricultura urbana, creado con el fin de enfrentar el pobre escenario económico
y social promoviendo la producción de alimentos en la ciudades. Para dar el
ejemplo Maduro y Cilia Flores, llamada la primera combatiente y desde ahora la
primera criadora, mantienen en su casa 50 gallinas ponedoras, retomando del
comandante Chávez el ineficaz modelo de autoabastecimiento denominado gallinero
vertical. Recordemos al líder eterno cuando en una febril alocución dijo que en
una esquina del palacio de gobierno había logrado cosechar maíz, tomate y
hermosos pimentones. Ante esta desesperada búsqueda del siglo 21 para paliar la
crisis humanitaria que ronda en Venezuela, evocamos con una sabia y apropiada
frase, ajustada a esta sarcástica resolución agrícola, a Dwight Eisenhower,
militar y destacado estadista del imperio norteamericano: “La agricultura se ve
fácil cuando el arado es un lápiz y se está mil millas del campo de maíz”.
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