Les dicen las pirañas, actuan a plena luz del día, atacan en grupo, acorralan a su presa y al reducirla, la pelan violentamente en un abrir y cerrar de ojos. Al igual que los feroces peces que habitan en los ríos del sur de Venezuela y el resto de la Amazonia, esta nueva especie de pirañas terrestres comenzaron sus predadoras acciones en el occidente del país bolivariano, extendiendo rapidamente sus dominios, sin que nadie haya podido detener sus fechorías. No son carnivoras pues no devoran a sus víctimas, no tienen filosos dientes pero si amoladas tijeras, son bandas de peluqueros ladrones, cuyo botín son las largas cabelleras de las desprevenidas mujeres que circulan por las calles tomadas por el hampa. La desbordada delincuencia no se conforma con robar dinero, joyas, celulares y zapatos de marca, ahora el preciado trofeo son las hermosas melenas que pueden reportarles hasta 500 dólares la unidad. Las venezolanas estan asustadas, para ellas que han hecho de su cuerpo un templo, estos atropellos representan una vejación a la estética y el peligro de ser maltratadas fisicamente, como le ocurrió a Fermina quien se convirtió en la primera mujer apuñalada por resistirse al robo de su cabello. La avaricia de la pirañas no tiene fin, su agudo sentido del olfato las orienta a los sitios frecuentados por las futuras victimas, quienes después deser rapadas, el producto capilar es vendido a oscuros negociantes, que lo convierten en pelucas y extensiones. Para evitar la mutilación violenta en contra de su voluntad, las damas han optado por amarrarse el moño y ocultar el pelo bajo una gorra. Por fortuna, Rapunzel, la doncella de la torre, en el cuento de hadas de los Hermanos Grimm, no vive en Venezuela, pues su larga cabellera dorada, por la cual el principe trepaba hasta su aposento, hubiese sido trasquilada por estos energúmenos.
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