Las iluminadas declaraciones religiosas de Nicolás Maduro, limitan con el insólito universo del más allá. No solo el alma de Chávez se le manifestó cuando rezaba en una pequeña capilla, encarnado en un frágil pajarito, o que reunido en el cielo, en un cónclave de altura con el Todopoderoso, Chávez le propuso a Dios que un cardenal argentino asumiera el puesto de Sumo Pontífice. Ahora el encargado de la presidencia en Venezuela, proclama a Chávez como el Redentor, igualándolo a Jesucristo, el único y verdadero Redentor quien murió en la cruz para salvarnos y darnos vida eterna. En un tributo póstumo, realizado en el Cuartel de la Montaña donde reposan los restos del comandante, Maduro pregonó que Chávez vive, que vino a proteger a los que nada han tenido y que el Cristo Redentor se hizo carne, se hizo nervio, se hizo verdad en Chávez. Evidentemente Maduro no encuentra en que palo ahorcarse y como sus niveles de aceptación ciudadana están por el piso, producto de una ineficaz gestión administrativa, busca desesperadamente sostener su tambaleante y dudosa permanencia en el poder, aferrándose al portaviones de Chávez, el cual también hace agua. No contento Maduro con haber bautizado al comandante como el Cristo Redentor de los pobres de América, los chavistas anuncian ser sus apóstoles dispuestos a propagar el socialismo de este siglo por todo el mundo, esperamos que no cometan el sacrilegio de bautizar a sus discípulos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Son tantos los hechos que separan al auténtico Redentor del otro, que se necesitarían innumerables escritos para detallarlos, pero hay un acontecimiento que es irrefutable, el cuerpo mortal de Chávez en polvo se está convirtiéndo, mientras que Jesucristo al tercer día de ser crucificado, muerto y sepultado en una tumba, resucitó, triunfando sobre la muerte.
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