Wednesday, September 25, 2013

NO AL CIERRE DE BIBLIOTECAS



Había una vez en un condado llamado Miami-Dade, unos espacios donde los niños sedientos de aventuras navegaban en barcos piratas, cohetes siderales y carruajes que se transformaban en amigables monstruos. En esos sitios los adultos aprendieron a comunicarse con el mundo entero usando teclados y pantallas electrónicas. Los estantes en sus acogedores salones, estaban repletos de revistas, periódicos, discos, cintas y perfectamente ordenados y clasificados por temas y autores, se encontraban en impecable armonía los libros de ficción y realidad. Expuestas en las paredes colgaban obras de famosos artistas y creaciones de los que se iniciaban y una vasta colección de dibujos, pinturas, grabados y esculturas, recopilada durante años de paciente labor, reposaba en un depósito, celosamente protegido, aguardando  itinerantes viajes por las distintas sucursales.      
Y aconteció un día, que por problemas con el presupuesto y por considerar que esos lugares eran ya obsoletos, los funcionarios municipales decidieron recortar la partida con la cual funcionaban gratuitamente esas fuentes del saber, donde acudían los parroquianos  buscando ampliar los horizontes. Para nivelar el presupueso propusieron cerrar 22 de los 49 locales y despedir diligentes empleados, acción que dejaría a los habitantes de la comarca huerfanos de recintos formativos. Ante esta penosa situación, la sociedad civil organizó pacíficos reclamos que los medios informaron con lujo de detalles. Como en los cuentos de hadas y caballeros andantes, esperamos un final feliz y que esta crónica no sea agorera, al presagiar que había una vez en Miami-Dade, un concurrido Sistema de Bibliotecas Públicas que tuvo que cerrar por falta de fondos.  

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