Tomo prestado el título del monólogo escrito por el dramaturgo ruso
Anton Chejov, para razonar sobre las demandas interpuestas por fumadores
activos contra la poderosa industria tabacalera.
De jóven coqueteé con el tabaco, siendo mi pasantía corta gracias a mi fuerza de voluntad, por venir de un hogar de no fumadores y porque prefiero esperar con una rosa entre los dedos “a la mujer que tanto quiero, tras los cristales de alegres ventanales” y no con “el humo embriagador que la vida consume”.
La Corte Suprema de los Estados Unidos ratificó la indemnización a medio millón de fumadores con 270 millones de dólares de manera que puedan entrar a un programa de desintoxicación que los libere de la dependencia del tabaco. Ya anteriormente fallos en tribunales de la nación habían otorgado cifras millonarias como compensación a familiares de fumadores quienes fallecieron a causa de cáncer en la boca, garganta y pulmón.
Reflexionando sobre este asunto concluyo que como adultos responsables somos libres de elegir nuestro destino y quienes en una libérrima determinación fuman a sabiendas que produce la temible enfermedad deberían asumir las consecuencias de su elección.
Está en camino una promoción mediática en contra del consumo del tabaco
donde aparecen imágenes macabras como el cadáver de un fumador, pulmones enfermos, dientes podridos, seguidos por la advertencia “ se ha determinado que el fumar es nocivo para la salud” a la cual yo añadiría para evitar incitaciones: la tabacalera no indemnizará.
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