La salsa es una
deliciosa mezcla líquida de diferentes aromas y sabores que acompaña los platos
de una receta culinaria, es caldo que destaca el aspecto visual, orquesta el
paladar y adereza el apetito, la salsa es en
gastronomía, el adobo perfecto
para realzar las comidas.
Con
atención aplicamos el oído para disfrutar de la otra salsa, la sonora caribeña,
producto de la mezcla de ritmos propios de los países bañados por ese hermoso
mar, tranquilo por momentos o con agresivos oleajes musicales heredados de la lejana
África.
En1968 la salsa neoyorquina cobijó en su
regazo los sentires de la diáspora musical latina en las “Estrellas de Fania”, fogón
donde brillaron con luz propia sus máximos exponentes.
En Venezuela, país
degradado en notas y en escalas, no musicales sino humanitarias, el régimen
acaba de montar un nuevo espectáculo para tratar de ocultar sus constantes
desatinos y prolongar su estancia en el poder. Nicolás Maduro, el pésimo
bailarín y desafinado director de la banda, desde la emisora instalada en
palacio, saca al aire “La Hora de la Salsa”, programa radial donde la música del
trópico es la protagonista. El nombre del espacio fue expropiado por el
dictador al fallecido locutor de radio de los años sesenta, el popular Phidias
Danilo Escalona, a quien se le atribuye el origen de la palabra salsa para
identificar este ritmo.
Como
la censura es cotidiana en el país, algunas piezas e intérpretes serán vetados
en la programación regular, tal es el caso de Rubén Blades, quien en la canción
“Patria” pide no memorizar lecciones de dictaduras o encierros o, “Todo tiene
su final” de Hector Lavoe, pues pudiese interpretarse como el final del régimen
o, “La revolución” de Ismael Miranda, porque anuncia que hay que acabar con la
revolución antes que ella acabe con todo.
Pero la verdadera salsa roja
de la revolución, es la que mantiene al pueblo muerto de hambre, escarbando en
los basureros.
La hora final de la cada vez más
espesa salsa chavista está cerca. A
lo lejos un diálogo de sordos sin partitura musical se escucha, mientras sobre
una mesa de acuerdos mal servidos, un guiso a fuego lento se cocina.