Luego de la
cruenta matanza de los estudiantes cristianos de la Universidad de Garissa en
Kenia, esperabamos una fuerte reacción de las diferentes denominaciones
religiosas a nivel mundial. Los medios de comunicación informaron sobre el
macabro crimen de odio contra un grupo no musulmán. Pensamos de igual manera
que esta masacre también pudiera catalogarse como un crimen de género, pues en
esa universidad estudian mujeres, lo cual es una afrenta contra el pensamiento radical
de este grupo islamista. Lo triste del caso es, que si el terror hubiese sido
sembrado en un país occidental del primer orden y con mayoritaria población
blanca, el repudio de las autoridades religiosas occidentales y hasta
musulmanas, probablemente se hubiese hecho sentir con rigor. Ante esta notoria
omisión el Papa, en la conmemoración de la Pascua, irrumpió con una clara
condena a dicha “insensata brutalidad”contra los cristianos, dejando en un
segundo plano temas como la justicia o la paz mundial, usuales en la liturgia
de Semana Santa. El Papa Francisco criticó el “silencio cómplice y la
indiferencia” y exhortó a“intensificar los esfuerzos para acabar con semejante
violencia”. Pensamos que no debemos quedarnos de brazos cruzados ante la
persecusión contra los fieles por parte de este poderoso y cercano anticristo
que intenta dominar el mundo, conforme a revelaciones escritas en las Sagradas
Escrituras. Debemos prepararnos a combatir este flagelo, protegidos con la
espada de la verdad y el yelmo de la justicia y enfrentar esta anárquica
doctrina que intenta apoderarse con violencia y terror de la libertad
espiritual del hombre.
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