El
presidente Maduro debió dedicarse al estudio de las aves en lugar de conducir
al país de parada en parada como un autobusero. Sus encuentros alucinantes con
avecillas bolivarianas, dan fe de su facilidad para comunicarse con el más allá
y de recibir de su mentor chavista, disposiciones y consejos por medio de
gorgeos. Entre los mandatos recibidos figura el de continuar apoderándose de
los medios de comunicación y de perseguir las atrevidas redes sociales. La
lista de las redes hostigadas la encabeza el pajarito azul que con brío trina sobre la inseguridad, la
corrupción, la escasez de pollo, leche, aceite o café. El plumífero que con su
canto avisa de la tienda que tiene artículos para que el pueblo se abastezca de
papel sanitario, aspirinas o jabón. El audaz alado que advierte al desinformado
país cuando llega la guardia a invadir o reprimir las manifestaciones
pacíficas, el arrojado pájaro que con sus tuits informa sobre los estudiantes
heridos, detenidos, torturados o muertos, el pajarraco que notifica sobre los
funcionarios envueltos en lavado de dólares o tráfico de drogas, el avechucho
que anuncia, cual clarín, donde y cuando será la próxima concentración o marcha.
Por eso los temas de las redes sociales son peligrosos y subversivos, por eso
el régimen decide de manera autoritaria regularlos, acusando a los usuarios de
generar zozobra y de lanzar campañas de desprestigio contra la patria
socialista. Los personeros del gobierno manifiestan que no se busca coartar la
libertad de opinión, pero cual aves de rapiña atacan, reprimen, acorralan a los
tuiteros, les atan los picos, confiscan sus teléfonos, les cortan las alas, los
enjaulan armándoles expedientes por atentar contra la revolución y recibir
apoyo del imperio americano. Un día no muy lejano la blanca paloma de la paz
revoloteará nuevamente sobre el Palacio de Miraflores y el inquilino y sus
secuaces volarán en bandadas abandonando el destruido nido venezolano.
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