Se conoce como magnicidio el asesinato de una
persona importante por su cargo o poder y usualmente se refiere a un jefe de
Estado, presidente o primer ministro. En los Estados Unidos el homicidio de los
presidentes Abraham Lincoln (1865), James Garfield (1881), William McKinley
(1901) y John F. Kennedy (1963) conmocionaron a la nación, así como el intento
fallido contra Ronald Reagan en 1981. Estos crimenes fueron ejecutados sin que
los poderosos servicios de inteligencia, pudieran hacer nada para impedirlos.
Venezuela no ha sido país de magnicidios, uno sólo fue consumado cuando en 1950
fue asesinado Carlos Delgado Chalbaud, militar que abogaba por un cambio
democrático o cuando el presidente Rómulo Betancourt en 1960, sufrió un atentado
con explosivos al cual sobrevivió con quemaduras parciales. En la revolución
bolivariana es normal el uso de la palabra magnicidio, Hugo Chávez, quien en
1992 dirigió un plan macabro para asesinar al presidente Carlos Andrés Pérez,
denunció durante su mandato decenas de intentonas contra su vida, involucrándo
a sicarios financiados por los Estados Unidos y con estrategias como el
envenenamiento, el derribo del avión presidencial y hasta un supuesto cáncer
inoculado. Nicolás Maduro no quiere quedarse atrás y al igual que su predecesor
nunca presenta pruebas concluyentes y utiliza el magnicidio como cortina de
humo para hacerle frente a la explosiva crisis que atormenta a los venezolanos.
En el último premeditado atentado contra su vida, Maduro acusa de “asesina” a
la valiente María Corina Machado, sentenciándola sin evidencias concretas. La
fiscal general, Luisa Ortega emitió órdenes de citación contra ella y otros
destacados opositores, olvidándose la magistrada que el socialismo del siglo 21
es el culpable del cruel magnicidio contra el pueblo venezolano. quien todos
los días muere a manos del hampa y la represión policial.
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