Miami siempre ha abierto sus brazos para
recibir generosamente a los exiliados de todo el mundo. Cada grupo étnico
desterrado vive con la nostalgia del pedazo de patria que le fue arrebatada.
Diariamente la ciudad acoge
maternalmente en su regazo a los
expatriados que llegaron voluntariamente, así como a los perseguidos,
torturados o a los que les fueron expropiados sus bienes. El exilio cubano
clama con razón un espacio para exhibir publicamente su sufrimiento y sus
logros en las paredes de un museo. Para lograr este objetivo piden a los
concejales una parcela situada cerca del American Arlines Arena. A esta
propuesta se alza la voz de los representantes afroamericanos del condado,
quienes exigen respetuosa y razonadamente, la construcción de un museo que
exponga su dolor desde que fueron brutalmente arrancados de su continente
nativo, esclavizados y discriminados, hasta su inclusión definitiva en la
sociedad norteamericana.
El problema radica en que todo el mundo, incluyendo los deportistas,
quieren ver cristalizados sus proyectos en esa franja cercana al mar, uniendose
a ellos otro grupo que pide un
desarrollo de areas verdes en la zona. Como la cuestión telúrica y nostálgica
está razonablemente de por medio, atentamente pedimos que cada quien edifique su museo cerca de sus
raices en la ciudad, lo cual serviría para enaltecer sus origenes y elevar el
gentilicio de cada grupo expatriado; así la diáspora cubana pudiera hacerlo en
la Pequeña Habana o Hialeah, los afroamericanos en Overtown o Liberty City, los
haitianos en la Pequeña Haiti y el nuevo grupo de exiliados venezolanos en la
pujante Doralzuela y permitir de esta manera que un hermoso parque brote en esa
codiciada tierra de todos, .
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