Da pena ver en las
imágenes de las redes sociales al pueblo venezolano, en una especie de carrera
contra reloj, tratando de comprar alimentos. Los más rápidos y fuertes
alcanzaran la meta y si la suerte les acompaña podrán llevarse menudencias.
Para aquellos que quedaron rezagados les tocará madrugar y en la siguiente
galopada empujar al contrincante, hacer zancadillas o valerse de otra artimaña
para intentar adquirir leche, huevos, carne, o un paquete de harina. La
inoperancia y la corrupción del régimen chavista ha creado una escasez
generalizada de alimentos. Las vacas flacas rondan por las calles del país
bolivariano mientras Maduro, en sus incendiarios discursos, sigue culpando al
imperio americano y a la oligarquía criolla de una guerra económica. En el
fondo de esta necesidad pareciera que el
socialismo prefiere los estantes vacíos para extorsionar a una hambrienta
población con migajas racionadas. Por desgracia, en la famélica Venezuela, el
pan nuestro no llega todos los días a la mesa.
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