El chavismo ha llevado a Venezuela hacia un estrecho y peligroso callejón sin salida, la nación está cansada de tantas limitaciones, no soporta más afrentas, su población es brutalmente reprimida cuando pacificamente manifiesta su antagonismo al régimen bolivariano. El lider Henrique Capriles diseñó un camino manso y democrático buscando reestructurar un país agotado, él pretendió caminar por una floreada via libre de obstáculos y atajos. El andar ha demostrado que sus bienintencionados anhelos son constantemente pisoteados por los oficialistas agentes del desorden. Su postura ha creado fricciones en la unidad democrática y al paso han salido otros paladines que sostienen que tomar la calle es la única puerta válida en estos momentos para emerger del oscuro atolladero. La valiente María Corina Machado, el hoy encarcelado guerrero Leopoldo López y el dirigente Antonio Ledezma, acompañados por un ejército de desarmados estudiantes, han tomado las calles para protestar pacificamente, como lo establece la ley, contra una revolución que entre sus logros sólo ha conseguido inseguridad, inflación, desabastecimiento y corrupción. Venezuela es una olla de presión que perdió la válvula que controlaba el descontento, a los intrépidos estudiantes se le suma el bravo pueblo, las manifiestaciones ensombrecen el panorama manchado con la sangre de nuevos martires. No hay otra salida, la patria está viva, no se le teme a la muerte que acecha en cada esquina, la democracia debe tomar los vericuetos que sean necesarios para que la libertad brille nuevamente para los verdaderos hijos de Bolívar.
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