Los urbanizadores son insaciables, es dificil satisfacer sus voraces apetitos, siempre requieren de más tierras para expandir sus dominios económicos. En nombre de un supuesto progreso, sus pesadas maquinarias amagan insistentemente con cruzar la frontera que separa los agrestes campos de los entornos construidos por la mano del hombre. Los comisionados del Condado Miami-Dade, en una votación con once votos a favor y uno en contra, acordaron expandir el Límite de Desarrollo Urbano para anexar 521 acres al este de la ciudad de Doral, con el fin de construir oficinas y almacenes en una zona ambientalmente sensible. En dicha demarcación predominan terrenos apropiados para el uso agrícola y yacen copiosos acuíferos, vitales para el suministro de agua. Cada vez que los miembros de la Cámara Municipal amenazan con traspasar la linea protectora, los ambientalistas han alzado la voz para impedir la invasión a fragiles ecosistemas como Los Everglades, el Río de Hierba de la recordada luchadora Marjory Stoneman Douglas, que los constructores siempre han pretendido convertir esos extensos humedales en una selva de moles de concreto y caminos asfaltados. El desafio constructor retumba vigoroso silenciando el rugido estentóreo de la casi extinguida pantera de Florida. La intimidación es cíclica como el retorno de las aves migratorias en invierno; el estruendo de la motosierra está cada vez más cercano y su estridencia retumba en las praderas anunciando un desarrollo urbano ilimitado.
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