Thursday, June 6, 2013
VENEZUELA DESABASTECIDA
Con el inicio de la explotación petrolera en Venezuela, el país comienza a vivir una exhuberante bonanza económica, desgraciadamente nunca se sembró el petróleo como lo recomendó repetidamente el intelectual Arturo Uslar Pietri y desde entonces la nación mantiene una economía de puerto.
En la Cuarta República cuando faltaba algún artículo producido en el país, el gobierno de turno rápidamente paliaba la situación importando el producto faltante a la mayor brevedad posible. Al llegar Chávez al poder, la revolución comienza a estrangular la producción local y al expropiar empresas eficientes, retardar la entrega de divisas y amenazar con viciados procesos judiciales a los productores, se inicia la desaparición de los artículos fundamentales en el mercado. Materiales que la poderosa industria de la construcción emplea no se consiguen, la industria pesada y la automotriz están quebradas por la falta de piezas necesarias para su funcionamiento, las medicinas y hasta el papel higiénico están desaparecidos. Pero el gran mal se refleja en el plano alimenticio, vital para mantener sana a la población. En los puertos, regentados por personal cubano, la comida importada se pudre debido a una evidente incapacidad administrativa, largas filas de desesperados consumidores se forman frente a los locales de abastecimiento cuando se conoce la llegada de algún producto de la dieta básica y da pena ver a parroquianos pelearse por un trozo de carne. Adquirir la comida en Venezuela se ha vuelto un vía crucis, pues es necesario recorrer varios abastos para conseguir un paquete de harina, un litro de aceite, azúcar, leche, arroz, café, huevos o un extenso etc, etc, etc.
Una nueva acción despótica sacude al país bolivariano, la cacería de brujas emprendida groseramente por Nicolas Maduro contra el tradicional Grupo Polar, procesador de alimentos por excelencia y su presidente, el empresario Lorenzo Mendoza. Los maduristas en su ineptitud culpan a la oligarquía del desabastecimiento, mientras en los aparadores vacíos de Venezuela, aquellos que nada tenían que envidiarle a los de cualquier supermercado del imperio, las arañas tejen pacientemente, a la espera que algún día llegue el sustento que sacie la necesidad de un desprovisto pueblo.
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