El miércoles de ceniza, el mismo día del amor y la amistad,
se convirtió en una desgarradora fecha de odio y terror cuando un solitario joven
de 19 años, expulsado de la escuela por mala conducta y con obsesión por las
armas, abrió fuego dejando 17 muertos y más de 15 heridos en su escuela
superior en Parkland, Florida, convirtiendo esta masacre en la novena de los
últimos tiempos.
La
triste historia vuelve a repetirse en otra ciudad del país más poderoso del
mundo, solamente difiere el número de asesinados y que las banderas serán
izadas a media asta por decreto presidencial, pero oiremos las mismas oraciones
en las vigilias convocadas, las peticiones a un mayor control de armas, la
mención a la segunda enmienda de la Constitución, el poderío de la Asociación
Nacional del Rifle, los exámenes psiquiátricos a los compradores, la seguridad y
el protocolo en las escuelas, la violencia en los videojuegos y la
participación de niños y adolescentes con traumas y acoso en el hogar y la
escuela en estos incidentes.
Nikolas
Cruz portaba un arma comprada legalmente, un rifle AR-15, uno de los más usados
en anteriores masacres y con millonarias ventas de unidades a nivel nacional,
el asesino había amenazado a través de las redes sociales que se iba a
convertir en un tirador profesional en la escuela y el F.B.I. lo tuvo en la
lupa en el mes de septiembre.
La escuela en cuestión
lleva el nombre de la insigne ambientalista Marjory Stoneman Douglas y este amargo
suceso enluta su obra cumbre, los Everglades río de hierba, desgraciadamente
esta vez en su cauce no fluyó cristalina agua sino un doloroso torrente de
sangre.
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